Caída Libre


¿Se imaginan que por mismo precio de un ford, chrysler, chevrolet o cualquier otro auto mediano le entregaran un mercedes benz? ¿Aunque sea un sencillo clase C de 4 cilindros? Eso me dieron en la arrendadora Hertz de Guadalajara. Como no había el "mediano" que reservé por internet me concedieron la oportunidad de escoger entre un cooper convertible o este mercedes negro que les presento en la foto. "El mercedes", dije viéndolo y comiéndomelo al mismo tiempo con la mirada.

El Fin de semana pasado fui desde el DF a Colima a la fiesta de graduación de la hija de una muy buena amiga. Se graduó de Lic en administración de empresas. Pero no me gusta volar en esos aviones "guajoloteros" de Aeromar, como para 20 pasajeros, que aunque es vuelo directo prefiero llegar a Guadalajara y alquilar un auto. ¿Por qué?, ya les contaré.

La verdad no es mala carretera. La distancia es de 220 km, la mayor parte de 4 carriles aunque sí hay que aventarse más de 80 km en carretera de dos carriles y con un tráfico de trailers bastante pesado.

Porque el puerto de Manzanillo es el de mayor tráfico del Pacífico y la carretera es la misma. Puediendo hacer en promedio una hora y media, el Gobierno de Jalisco, responsable de la carretera de cuota hasta la última caseta a 20 km de Colima, no ha invertido en una carretera que lo permita, así que hay que aguantarse el trayecto de dos horas y media, hasta tres. Cada día hay más tráfico por el aumento del turismo, la importaciones y las exportaciones.

A mi no me importa manejar. Me encanta. Y menos al volante de un proletario Mercedes. Aunque tiene sus ventajas y desventajas. Dado que es la primera vez en mi vida que manejo un Merecedes, me parecía ir piloteando un avión. Desconocía del todo el equipamiento, los tantos botones que tiene, a esos alemanes les encanta hacerlo todo más fácil pero complejo de entender para un latino. Y sobre todo sin un manual de uso. El cuate de la Hertz que me lo entregó sólo me dijo dónde se metía el dispositivo para encenderlo, en dónde estaba la radio y la calefacción. Pero operarlo no era tan sencillo. Para hallarle el modo al aire, la intensidad, la temperatura, me costó.

Es prácticamente imposible ir en una recta, por ejemplo la que va de Guadalajara a Sayula, que debe tener fácil unos 25 km de pura aridez. Decía, es imposible ir a menos de 160 km por hora, no se siente la velocidad. Y ya entrando en zona de curvas, no muy pronunciadas, el auto va pegado al pavimento sin dejar de pisar el acelerador. No es comercial. Bueno, el rendimiento de gasolina también es muy bueno, un tanque de 70 litros me bastó y sobró para ida y vuelta y eso que me fui con mi amiga y su agradable esposo más allá de Comala, turisteando por pueblos llamados mágicos.

Pero como dije, también tiene su lado malo. Es que parece uno "narco". No me di cuenta pero el coche traía placas de Quintana Roo, negro, año reciente, 2009. Impecable. A 10 km de Colima había un retén, ya estaba anocheciendo y no me di cuenta, porque la señalización del retén consistía en una serie de fogatas encendidas como en tambos medianos, que van reduciendo como embudo poco a poco los carriles hasta llegar a una sola fila. Pero yo pensé que se trataba simplemente de que estaban arreglando la carretera, así que todavía me di el lujo de rebasar a uno que venía más lento cuando de repente apareció frente a mis ojos la luz enceguecedora de una lámpara.

Caray, me vio el soldado o cabo o teniente con una mirada entre escrutadora y amenazadora; seguí aminorando la velocidad y a escasos 50 metros me hicieron sus compañeros la señal inequívoca de que me orillara, que me estacionara. Se acercaron dos policías, no sé dónde traían las armas, uno de cada lado e inmediatamente bajé los cristales. "Buenas noches, ¿nos permitiría revisar su vehículo?". Por supuesto contesté. "Apague el motor si es tan amable", me dijo el que estaba a mi derecha. Me puse un poco nervioso y no podía apagarlo, de hecho como dije tiene una "llave" que no es llave sino un aparato electrónico que se inserta.

"Perdón, pero no sé cómo se apaga, es que es rentado y no lo conozco..." A los pocos segundos, 30 probablemente, logré retirar el dispositivo y el motor se apagó. "¿De dónde viene?" Del Distrito Federal, pero en el aeropuerto de Guadalajara lo renté, contesté aclarando como si me hubieran preguntado. Ambos se asomaron al interior. "¿Trae cartera y celular?" Sí respondí. "Agárrelos" me ordenó uno de ellos. "¿Me puede abrir la cajuela?" preguntó el otro muy tranquilo. Claro. Traigo ropa y un portatrajes. "Abra la la maleta". "¿Que trae ahí?" Cosas de baño, le mostré mi pequeña bolsa de viaje. Se le quedó viendo pero no dijo nada. Gracias, puede irse.

Resulta que hace un par de años, volamos mi mujer y yo a Colima, a ver a la misma amiga y a otra graduación de su hija la menor. Ella salía de prepa. Como no sabía, volamos por Aeromar, directo, sin escalas desde el DF. Cuando entré a  la cabina y tomé mi asiento, sentí que mis piernas temblaban. El avión de no más de 20-30 plazas iba medio vacío, y a lo mejor me lo imaginé, pero parecía un destartalado camión de segunda, de esos que van fumigando con el humo negro de su escape a la ciudad entera.

Estuve intranquilo durante el viaje de no más de hora y media. Yo había volado antes en aviones que parecían mosquitos, de un par de plazas, descendiendo y despegando varias veces al día sobre campos de futbol, en el hermosísimo Estado de Chiapas, cuando trabajaba en mis mocedades, en el gobierno. El presidente era ni más ni menos que Luis Echeverría. Laboraba para la antigua Comisión Nacional del Agua perteneciente en ese entonces a la Secretaria de Recursos Hidráulicos. Se trataba de un proyecto de desarrollo rural financiado por el Banco Mundial y yo tenía que hacer programas de capacitación, así que mi chamba consistía en grabar programas de televisión y sacar fotografías de toda el área del proyecto.

Rememoraba durante ese viaje a Colima que por qué iba tan alucinado si justamente había acumulado en mi vida muchas horas de vuelo en aviones de sólo un motor o en helicópteros volando en medio del cañón de Sumidero, por dar otro ejemplo. Un día de esos, salimos muy temprano desde Tapachula hacia la selva Lacandona, como dos horas de trayecto y nunca pudimos aterrizar porque las nubes estaban muy bajas y simplemente no se veía nada. Regresamos a Tapachula y en total fueron 4 horas de vuelo, yo y el piloto.

No sé, el caso es que esa noche ya en Colima, soñé o más bien se trataba de una pesadilla, que iba en un avión que caía y caía, en caída libre, y yo pensaba concientemente que era el final, que irremediablemente nos íbamos a estrellar. Observaba en mis sueño los instrumentos del avión. No sentía el vértigo de la caída en picada pero nunca llegué al suelo. Desperté.

Al día siguiente dudaba si contarle mi sueño a mi mujer, teníamos que volar de regreso al día siguiente y no sabía como decirle. Pero la inquietud no pasó. Tenía que contarle mi sueño. Y lo hice ya en la tarde, serían las 6 y nuestro vuelo de regreso estaba reservado para las 2 de la tarde del día siguiente. ¡Uf! no quiero regresar en ese vuelo. "Pues no", contestó. Así que hay que ir a comprar boletos de autobús para el DF o para irnos a Guadalajara y de ahí volar, le propuse.

La historia termina en que a las 11 de la noche en medio de un calor sofocante conseguimos boletos para salir a las 2 de la mañana. Fuimos al hotel por el equipaje y viajamos toda la noche hasta el medio día del día siguiente. ¿Y el avión? Bien gracias, llegó como si nada, en tiempo y forma a la Ciudad de México. Y Nosotros hechos unos guiñapos, cansados, desvelados pero esos sí, seguros de haber llegado sin el vértigo de una caía en picada.

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